7 de mayo de 2008

La Vieja Del Hielo

(Fue seleccionado para participar en concurso de post, no salió ganador pero la pasó lindo)

No recuerdo el nombre de esta mujer, incluso llamé a mi mamá para preguntarle si se acordaba.Pero la llamábamos Vieja o La Vieja.
Vivíamos en Lomas de Zamora cuando yo era chica y en la cuadra había una casa que se distinguía entre las demás.
Parecía recortada de otro mundo. Tenía la vereda unos escalones más arriba que el resto y en vez de baldosas como todas, tenía adoquines, cubiertos por musgo, mucha vegetación, dos enormes árboles en la puerta, un alambrado alto cubierto también por plantas, así y todo era pequeña.
A mí me encantaba esa casa, parecía de un cuento, parecía la casa de la bruja de cualquier cuento.
Era un lote donde había dos casas, una adelante y otra detrás.
En la de atrás vivía mi amiguita Fernanda con su familia y adelante, esta señora que no recuerdo su nombre que era la bisabuela de Fernanda y con su hija Sofía, la abuela de Fernanda.
Esta mujer era italiana, siempre vestía de negro, tenía en el rostro representado magistralmente el enojo.
Jamás la vi sonreír, siempre estaba enojada, odiaba a los chicos y cada vez que iba a buscar a Fernanda para jugar debía ser yo muy silenciosa para no perturbarla, entraba despacito, atravesaba el portón, caminaba por un pasillo lateral y exactamente en la mitad, hacía mi llamado: Feeernaaaaaaandaaaaaaa!
Y ahí salía Fernanda siempre contenta. Era una nena tan amorosa, fuimos grandes amigas y nos queríamos mucho.
Pero su familia era rara.
Su bisabuela hablaba en un dialecto absolutamente incomprensible, recuerdo que los chicos nos reíamos imitándola, yo había sido elegida como la mejor imitación, sonaba así:
" Aassa maracasana mantaletata churrrracatelanata!” Y lo decía siempre, siempre enojada.
Le teníamos un poco de miedo, pero no pasaba de eso, como yo conocía a Fernanda, no le temía tanto como los otros chicos, hasta que vinieron los de Massenet y nos contaron todo.
Los de Massenet, eran los chicos que vivían en la calle Massenet, a solo tres cuadras de donde yo vivía, pero en ese momento, a esa edad era como si vinieran de otro reino.
Los de Massenet contaron que esa mujer era una bruja, que era una poderosa y malvada bruja que odiaba a los niños y había secuestrado a algunos. Decían que los conservaba en hielo hasta que decidía comérselos. Y que uno sabía cuando era su turno porque iba a tu casa a anunciarlo.
Yo por su puesto no les creí, si bien me había asustado el relato y jamás había podido ver ni siquiera un poquito dentro de su casa, me reí y no les dí importancia.
Viendo mi reticencia, uno de ellos, Juan el del Zapatero (que era el hijo del zapatero, claro) me dijo que observara a la vieja, que le iba a dar la razón.
Me parecía que Juan el del Zapatero me quería asustar porque yo le gustaba.
Todos nos llamábamos por esos nombres, yo era La del Chalet.
Un día voy a jugar a lo de Fernanda, insistí en que jugáramos en su casa esta vez y no como siempre lo hacíamos en la mía, quería ver algo, descubrir que era cierto o que era mentira.
Sus padres no eran muy simpáticos y la abuela Sofía era un personaje ruidoso, siempre me hacía un montón de preguntas y criticaba todo lo que decía, lo que llevaba puesto, los juguetes que tenía, todo.
Recuerdo que a Sofía le encantaba pelearse con las vecinas y sobre todo con su madre.
Mientras estábamos jugando, escuchamos unos gritos, era Sofía con su madre (la Vieja), peleando, se decían cosas que no entendíamos y se escuchaban ruidos de cacerolas y cosas que se caían...un gato hizo un ruido escalofriante y salió disparado hacia la casa de al lado. ¿Qué pasaba?
Inmediatamente el padre de Fernanda metió a mi amiguita de un brazo adentro de su casa y con un gesto me dijo que me vaya. Salí corriendo como nunca y me metí asustada a mi casa.
A esa edad no era muy consciente de la diferencia entre un enfrentamiento entre brujas y una simple pelea doméstica.
Para mí, ahí había algo que había que investigar. Y así fue.
Me encontré con Juan el del Zapatero y decidimos iniciar nuestra pesquisa.
Primero tratamos de hacernos amigos de Sofía mientras barría el agua de la zanja, nosotros la llamábamos el aguapodrida, cualquier cosa que tocara el aguapodrida se pudría y no servía más.
A Sofía le gustaba barrerla en contra de la corriente natural, el agua corría hacia la izquierda, ella la barría hacia la derecha. Esto era motivo de conflictos y discusiones con las vecinas y allí era cuando Sofía resplandecía.
Aprovechando que Juan el del Zapatero la ayudaba y mientras le daba la razón y entretenía, yo era la encargada de ir a espiar dentro de la casa. Si me descubrían podía decir que había ido a buscar a Fernanda, mi amiga.
Entré sigilosamente, fui hacia el patio que dividía las dos casas. Me quedé en silencio para percibir cualquier sonido...nada.
Me acerqué un poco más y empecé a observar la cantidad de cosas, chatarras, muebles en desuso, bolsas, revistas viejas, diarios...escobas!
Había cerca de 10 escobas, todas en diferente estado, unas muy viejas, otras no tanto, otras nuevas.
Me acerco un poco más, entrando ya a una especie de galería. Veo una heladera muy grande, de las que se usan en los comercios, vieja, oxidada con las puertas chuecas y que cuando me acerco justo arranca el motor ruidoso, haciendo que mi corazón se sobresalte de una manera que jamás me había pasado.
Sobre la heladera había prolijamente doblada ropa de niño, a su lado tres pares de pequeñas zapatillas roídas y una pelota de goma.
No lo podía creer. ¿Qué hacía allí eso? ¿Estarían esos niños dentro de la heladera?
Paralizada por el temor pero decidida a develar el misterio me acerco un paso más...y en la pequeña ventana que tengo delante mío la cortina se corre apenas y veo dos ojos negros y una nariz enmarcados por un pañuelo negro: La Vieja!!!!
La miré, me miró e hizo un gesto, apenas una mueca con la boca, no sabría decir qué era, si una amenaza, una burla...no lo sé, pero salí corriendo.
Pasé por al lado de Juan el del Zapatero que me siguió desesperado por saber qué había visto.
Pasaron los días y la anécdota quedó sepultada. No queríamos hablar de eso, no se si nos daba vergüenza o miedo, pero mientras no lo habláramos sentíamos que íbamos a estar a salvo.
Hasta que un día desde la ventana del living la veo pasar a la Vieja, me asomo y es a mi casa a donde venía con un plato en la mano.
Se pone el plato debajo del brazo y golpea las palmas.
Mi mamá sale y la Vieja le muestra el plato, mi mamá entra y va a la heladera.
Yo temblaba como una hoja, acurrucada debajo de mi mesita redonda de madera.
Vuelve mi mamá con el plato lleno de cubitos de hielo, la intercepto agarrandome de su falda, mirándola desesperada y mi mamá sin saber el por qué de mi reacción me dice: "Ay Marielita, ¿qué te pasa? Déjame darle este hielo a doña no se cuanto, por favor"
Y yo en un segundo comprendí que había llegado mi hora, el macabro mensaje que mi mamá estaba ignorando: Yo era la próxima, y ese hielo era para mí!!!

Después de unos años nos mudamos y no supe más nada de Fernanda y su familia.
Pero preguntando me enteré que La Vieja murió y Sofía vendió la casa.
Se volvió loca y al mudarse volvía todos los días a esa misma casa, como un imán que la atraía y no la dejaba despegarse, pobre Sofía

Quizás La Vieja no era más que una viuda malhumorada con una heladera vieja.
Me contaron que los nuevos dueños de esa casa son una pareja joven que al momento de mudarse eran alegres y simpáticos.

Pero ya nunca se los ve.

Viven encerrados, el muchacho perdió el trabajo y a ella sólo la ven muy de vez en cuando…

…cuando de noche suele ir a pedirle hielo a algún vecino.

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