Me desperezaba como un gato en la cama mientras él me miraba.
Me veía con esos ojos tiernos con los que solía mirarme, una mínima sonrisa se le formaba en el rostro. Me miraba con amor.
Habíamos pasado días enteros juntos sin el menor rastro de hastío, habíamos compartido salidas con sus amigos y hasta alimentado a unos ancianos en un club de barrio.
Con esa mirada nos estabamos dando cuenta de lo que nos pasaba. Y nos gustaba.
Me abrazó por la espalda y nos quedamos en la cama, compartiendo mimos y risas.
En mi pecho sentí la felicidad desperezarse como un gato.
Abrí los ojos de golpe. Un frío helado me atravesó el corazón, estaba soñando.
Otra vez soñando con él! La amargura me llegó a la garganta y tuve que atraparla para que no saltara en lágrimas.
Me pasé el día recordando penosamente ese hermoso sueño.
Ya no quiero soñar así con él. La hermosura de esos sueños me destrozan la vigilia, me la amargan, me confunden, me enredan.
Entre él y yo no hay nada. Cuando creimos que había una posibilidad nos chocamos con nuestras propias contradicciones. Nos envolvimos en un tornado de dudas y temores.
Pero lo sigo soñando de vez en cuando. Cuando me olvido de él, lo sueño.
Lo sueño enamorado, me sueño enamorada.
Y me enojo durante todo el día, porque ya no quiero soñarlo más. Porque no quiero bajo ningún punto de vista atreverme a recordar esa mirada, esa sensación de felicidad que predomina en esos sueños. Porque inevitablemente, siempre al despertar me arranca unas cuantas lágrimas.
1 comentario:
Querida, querida Ayoween... qué tristeza... Ojalá se fuera esa tristeza y llegara otro amor que te conforte.
De todas formas, un amigo muy querido me dijo una vez que cuando ciertas personas del pasado reaparecen en alguna forma, es porque algo con ellas no está cerrado. Yo se que no es justamente lo más... feliz que te podía decir pero me pregunto si no tendran muchos pendientes ustedes dos. Y sobre todo, me pregunto si a él no le pasará lo mismo.
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