4 de diciembre de 2007

Osho!


Nunca pude entender el samyama, la meditación, hasta que conocí a Osho.
Me esforzaba en visualizar la llama de una vela, seguía las instrucciones de mis instructores pero solo a través de las meditaciones de Osho descubrí el estado de expansión, centramiento y paz del que tanto había oído.
Leer a Osho también fue muy significativo para mí.
Me llegaron sus palabras, mientras lo leía me metí en un viaje hacia algunas zonas desconocidas de mí misma y quedé enamorada.
No se cuantos libros me leí, un montón.
Y conocerlo fue emprender un viaje, un camino que comenzó con un libro, siguió con las meditaciones en una práctica diaria e intensa y hasta en el trabajo y participación en una casa de meditación.
Me hice discípula. Me dejé guiar por su presencia, por su palabra, por su perfume y fue una época que recuerdo con una sonrisa en la cara.
Osho me rescató de un lugar árido y frío, yo lo seguí.
Después de algunos años mi viaje sigue, por su puesto.
Ya no leo sus libros. Hago alguna de sus meditaciones a veces, incorporé la técnica.
Me muevo hoy en el camino de la Diosa en el que reconozco haber llegado gracias a Osho.
Por eso siempre miro su cara, su sonrisa tierna y cómplice.
Me gusta, me hace sentir acompañada, me inspira, me pone las pilas y me dice que siga...
Y allí voy, sigo.

1 comentario:

nicolás schuff dijo...

hola.

lindo cambio de color.

besos.