21 de septiembre de 2010

la ira te sienta bien

Dió un largo suspiro.
De pronto la cara se le encendió en un rojo intenso y con los ojos llorosos dijo:
"No necesito que me sigan usando como un chicle, me mastiquen, me quiten todo el sabor y luego me escupan o me peguen en un rincón oculto."
Y tenía mucha razón.
Porque a veces la gente consume gente como si fueran golosinas de colorido envoltorio y dulzura reconfortante.
Y tal como ocurre con un snack lo que buscan es la satisfacción inmediata y furtiva.
Nada más.
Se levantó de la silla y salió por la puerta ante la mirada atónita de los demás.
Nadie la había visto así, furiosa. Nunca.
Dió un portazo y se fue.
Caminó y caminó ardiendo, la furia la había llenado de vigor.
Nunca se había sentido así. Entendió que la ira contenida había sido mucha y durante mucho tiempo y ahora la sentía toda junta.
Casi como que no le cabía en el cuerpo.
Pero se sintió bien con su ira.
Recordó algo que había leído alguna vez del poder transformador del fuego.
Y ella era puro fuego ahí mismo!!!
Quién diría? Si hasta se había olvidado su saquito de hilo que tan prolijamente colgaba en el perchero.
A la mierda con el saquito. A la mierda con todos.
Ya estaba cansada de estar siempre disponible para los demás y ver cómo la pisoteaban una y otra vez. Como si su tiempo no tuviera el mismo valor que el de ellos.
Si el día de hoy tuviera un título para ella sería un "basta" del tamaño de una marquesina teatral.
Se vió en el reflejo de una vidriera y se detuvo, estaba sonriente, despeinada, acalorada y agitada.
Casi no se reconoció. Y lo que vió le gustó.
Se vió viva, entera y con una energía que la hacía verse mucho más atractiva.
Se sintió sexy y se rió de sí misma por lo absurdo que le resultaba sentir todas estas nuevas sensaciones.
Compró un agua mineral en un kiosco y paseó, se detuvo a mirar vidrieras y entró a locales a los que jamás hubiese entrado.
Eran las ocho de la noche cuando le sonó el celular dentro de la cartera.
Pero tenía las manos ocupadas por bolsas de ropa nueva, accesorios, zapatos y hasta ese perfume que siempre pensó era demasiado caro. Lo dejó sonar.
Porque ahora tenía otras prioridades.
Ella era su nueva prioridad.

1 comentario:

Yó.- dijo...

Cómo me gusta. Un día de ira, en donde le pongas un ubicate a todos, y termines con las manos acalambradas de premios para vos, por haber pegado ese grito de amor por vos misma.
Un placer de la vida.