Años de terapia y un esfuerzo constante para superarse a sí mismo.
Un negocio propio, una carrera universitaria completa y una personalidad que le gustaba.
Una buena vida,los mejores amigos del mundo, una buena presencia.
Pero cuando una bella mujer lo conmovía, todo se venía abajo.
Qué poder acarrean estas mujeres en sus caderas y en sus pieles, en sus labios y en sus curvas que lo hacían sentir tan idiota, cuando alguna de ellas lograba seducirlo o conmoverlo?
Le preocuba sentirse tan mal cuando se enamoraba, pero le resultaba imposible no fragmentarse en mil pedazos, sentirse inseguro y cuestionar secretamente hasta la más fuerte de sus convicciones.
Si el amor era eso, sin dudas le esperaba un destino de tormentos.
Se recostó en el pasto y el sol lo envolvió en una calidez que lo hizo sonreir.
No era un tipo espiritual ni religioso, por lo que cuando alguien preguntaba, se decía ateo. Pero sabía que había algo más grande, una energía o deidad allá...sólo que no sabía explicarlo con sus propios términos y las definiciones que había escuchado jamás le resultaron convincentes ni seductoras.
Pero en ese momento, esa calidez que lo envolvía lo hacía sentir por momentos como un bebé.
Y pensó que de haber un dios, tendría la calidez de una madre.
Una madre sin cuerpo ni imagen, pero con una calidez que lograba hacerlo sentirse un bebé, durmiendo plácidamente contra su pecho.
Una sensación de angustia le oprimió la garganta.
Sintió una profunda envidia por quien pueda recostarse sobre un pecho femenino y confiar, relajarse y entregarse sin temor a desintegrar su hombría, sin temor a perder el control, sin temor.
Quizás por eso había sido tan cruel en algunas ocasiones, tan frío en otras y definitavemente tan cuestionado y criticado por todas las mujeres con las que se relacionó en su vida.
Pero ese sol tan tibio, ese abrazo maternal y a la vez amigo, era tan suave y tan femenino.
Se dejó llevar por la placidez y se sintió acompañado, como si alguien le tomara la mano y le dijera que todo estaba bien. Que podía confiar. Que estaba a salvo. Que no había nada que temer.
El sol estaba ahora en su pecho, era como si irradiara desde allí, se sintió crecer salirse de su propio cuerpo.
Era él y era todo, era árbol y era cielo.
Cómo podía tener la sensación de abarcar todo el parque y sentirse más centrado que nunca?
Dónde estaba su ser, su eje, su mente, su ego?
Seguía flotando en la más increíble sensación de completitud que hubiera sentido en su vida cuando supo que apartir de ese momento, él había cambiado.
Algo lo había transformado.
Y si no llegara a ser así, el solo recuerdo de ese momento en el parque le recordaría que era posible.
Que era posible entregarse y confiar.
Y que no recordaba sensación más bella, porque era como perderse y no sentir ninguna falta, sino más bien era como integrarse a algo a lo que siempre había pertenecido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario