Las vacaciones de Mora habían terminado, ese lunes volvía a la oficina.
Mientras atravesaba la puerta de vidrio recordó la última escena que presenció en ese mismo lugar y que en ese entonces la había partido en dos.
Recordó cómo se fue llorando, masticando el sollozo, tratando de contenerlo y ocultarlo.
"Una no se pelea con una amiga, se pelea con los novios, amantes, maridos, jefes, compañeros de trabajo, pero con una amiga jamás", solía pensar Mora.
Pero ese viernes antes de tomarse las vacaciones se peleó con Ana, su amiga y compañera de trabajo. Desde ese día no se veían, no se hablaban y había llegado el inevitable momento de enfrentarse.
Mora pasó sus vacaciones en la casa de su hermana en Uruguay, adoraba ese lugar, adoraba a su hermana, a sus sobrinos. Todo allí era tan cálido y nutritivo que pensó que su amargura contrastaría con el paisaje.
Intentó comunicarse con Ana en dos oportunidades, pero ésta no la quiso atender.
Mirando el mar tuvo una explosión de ira en su interior.
"Cómo alguien que dice ser mi amiga y mi persona de confianza hace algo así? Cómo pudo atribuirse la idea que era mía y encima ofenderse cuando fui a hacerle el reclamo en la oficina de Hernán?"
Ana hacía menos que estaba en la empresa y Mora ya tenía un puesto destacado.
Mora jamás percibió que hubiera una diferencia, celos o envidia por eso. Hasta ahora. Hasta que Ana envió un proyecto como suyo a Hernán, cuando era Mora quién lo había ideado y entusiastamente confiada se lo había contado mientras pedaleaban en el gimnasio una tarde.
Las playas de Uruguay para Mora tenían la medicina que su corazón necesitó cada vez que estuvo herida.
Y esta vez no fue una excepción.
El repaso de situaciones le reveló a una persona que jamás había visto antes. A Ana.
La real, no la que ella estuvo viendo estos dos años de amistad sino la que se escondía detrás de cada frase aduladora.
Subía el ascensor y adivinaba el espesor del aire en esa oficina...eso la hizo sonreir.
No por placer sino porque le resultaba tan inmaduro y absurdo que Ana lo haya querido de esa forma. Podrían haberse sentado a hablar, a aclarar las cosas, pero Ana lo evitó... ni por teléfono si quiera!
Ahora iban a verse y la tensión de todas esas palabras no dichas crearían una escena dramática y exagerada.
Y lo entendió. Ana no sabía disfrutar, Ana vivía en la sombra aunque tuviera todo para brillar.
Si se lo hubiese pedido, Mora probablemente la hubiera ayudado con el proyecto, hasta se lo hubiese cedido, porque Mora no sabía poner límites y aveces daba de más.
Por eso siempre tenía problemas con Hernán, porque ella a último momento tenía que sacar la cara por los que no habían cumplido con la fecha de entrega.
Mora entró radiante. Ella no lo sabía pero había en ella un resplandor que Zulema notó y le dijo: -Neeena, qué te hiciste que estás tan guapa? Nuevo romance? Bajaste de peso! No..¡bótox...?!-
Zulema la escaneaba mientras sonaban los teléfonos. No podía identificar dónde estaba el cambio, pero estaba hermosa sin ser una mujer despampanante.
Hernán la atrapó simulando un tacle y la abrazó. La miró amorosamente y le dijo que se veía espléndida.
-Cómo estás, negra? Se te ve divina, pero ...con eso, cómo quedó la cosa?- dijo haciendo una seña con los ojos en dirección al box que ocupaba Ana.
-Nada, no pasó nada. Nunca pasó nada Hernán, Ana intentó abrirse camino en la empresa. Si me lo hubieses preguntado hace una semana atrás, te hubiera dicho que una amiga me hirió.
Hoy te puedo asegurar que lo que pasó fue que una empleada me demostró con trucos inmaduros y torpes que tengo que poner esos famosos límites (de los que taaanto me hablaste..) unos cuántos metros antes de acá- dijo estirando el brazo derecho hacia adelante.
Hernán la miraba al igual que Zulema, intentando adivinar qué era eso que resplandecía en ella.
Y cuando Mora, mientras hablaba, se corrió un mechón de pelo de la cara y lo miró a los ojos supo que eso que emanaba de ella como un perfume intenso era "verdad".
Mora se había deshecho de una mentira y le había dolido, pero eso permitió que le brotara más verdad.
Y eso ciertamente la hacía absolutamente hermosa.
No, no era bótox, no era más mentira plástico o artificio lo que se había agregado ...era todo lo opuesto.
Hernán estaba impresionado y conmovido. Porque sentía, veía y sabía, pero difícilmente podría explicárselo.
Lo hermosa que la veía. Lo real que la sentía. Lo entera ... floreciente?
-Qué pasa?- dijo ella al notar la mirada rara de Hernán durante su relato.
-Nada, negra...estás...-subió las manos como si levantara un objeto invisible y lo hiciera ensancharse hasta que sus brazos quedaron extendidos-...así...no sé, a pleno. Quién iba a pensar que una guachada como esa te iba a sentar tan bien? Estás divina.
-Gracias... y sabés que sí? me siento así... -dijo Mora imitando el gesto de él.
-Que no se enteren de este método entoces, la industria de la cirugía plástica, los spa y todas esas cosas que persiguen ustedes se va a venir abajo!
Mora se metió en su oficina, sonriente. Cerró la puerta y la sonrisa era risa. Hernán volvía a estar en sus planes y esta vez, pareciera que más real que nunca.
Mientras atravesaba la puerta de vidrio recordó la última escena que presenció en ese mismo lugar y que en ese entonces la había partido en dos.
Recordó cómo se fue llorando, masticando el sollozo, tratando de contenerlo y ocultarlo.
"Una no se pelea con una amiga, se pelea con los novios, amantes, maridos, jefes, compañeros de trabajo, pero con una amiga jamás", solía pensar Mora.
Pero ese viernes antes de tomarse las vacaciones se peleó con Ana, su amiga y compañera de trabajo. Desde ese día no se veían, no se hablaban y había llegado el inevitable momento de enfrentarse.
Mora pasó sus vacaciones en la casa de su hermana en Uruguay, adoraba ese lugar, adoraba a su hermana, a sus sobrinos. Todo allí era tan cálido y nutritivo que pensó que su amargura contrastaría con el paisaje.
Intentó comunicarse con Ana en dos oportunidades, pero ésta no la quiso atender.
Mirando el mar tuvo una explosión de ira en su interior.
"Cómo alguien que dice ser mi amiga y mi persona de confianza hace algo así? Cómo pudo atribuirse la idea que era mía y encima ofenderse cuando fui a hacerle el reclamo en la oficina de Hernán?"
Ana hacía menos que estaba en la empresa y Mora ya tenía un puesto destacado.
Mora jamás percibió que hubiera una diferencia, celos o envidia por eso. Hasta ahora. Hasta que Ana envió un proyecto como suyo a Hernán, cuando era Mora quién lo había ideado y entusiastamente confiada se lo había contado mientras pedaleaban en el gimnasio una tarde.
Las playas de Uruguay para Mora tenían la medicina que su corazón necesitó cada vez que estuvo herida.
Y esta vez no fue una excepción.
El repaso de situaciones le reveló a una persona que jamás había visto antes. A Ana.
La real, no la que ella estuvo viendo estos dos años de amistad sino la que se escondía detrás de cada frase aduladora.
Subía el ascensor y adivinaba el espesor del aire en esa oficina...eso la hizo sonreir.
No por placer sino porque le resultaba tan inmaduro y absurdo que Ana lo haya querido de esa forma. Podrían haberse sentado a hablar, a aclarar las cosas, pero Ana lo evitó... ni por teléfono si quiera!
Ahora iban a verse y la tensión de todas esas palabras no dichas crearían una escena dramática y exagerada.
Y lo entendió. Ana no sabía disfrutar, Ana vivía en la sombra aunque tuviera todo para brillar.
Si se lo hubiese pedido, Mora probablemente la hubiera ayudado con el proyecto, hasta se lo hubiese cedido, porque Mora no sabía poner límites y aveces daba de más.
Por eso siempre tenía problemas con Hernán, porque ella a último momento tenía que sacar la cara por los que no habían cumplido con la fecha de entrega.
Mora entró radiante. Ella no lo sabía pero había en ella un resplandor que Zulema notó y le dijo: -Neeena, qué te hiciste que estás tan guapa? Nuevo romance? Bajaste de peso! No..¡bótox...?!-
Zulema la escaneaba mientras sonaban los teléfonos. No podía identificar dónde estaba el cambio, pero estaba hermosa sin ser una mujer despampanante.
Hernán la atrapó simulando un tacle y la abrazó. La miró amorosamente y le dijo que se veía espléndida.
-Cómo estás, negra? Se te ve divina, pero ...con eso, cómo quedó la cosa?- dijo haciendo una seña con los ojos en dirección al box que ocupaba Ana.
-Nada, no pasó nada. Nunca pasó nada Hernán, Ana intentó abrirse camino en la empresa. Si me lo hubieses preguntado hace una semana atrás, te hubiera dicho que una amiga me hirió.
Hoy te puedo asegurar que lo que pasó fue que una empleada me demostró con trucos inmaduros y torpes que tengo que poner esos famosos límites (de los que taaanto me hablaste..) unos cuántos metros antes de acá- dijo estirando el brazo derecho hacia adelante.
Hernán la miraba al igual que Zulema, intentando adivinar qué era eso que resplandecía en ella.
Y cuando Mora, mientras hablaba, se corrió un mechón de pelo de la cara y lo miró a los ojos supo que eso que emanaba de ella como un perfume intenso era "verdad".
Mora se había deshecho de una mentira y le había dolido, pero eso permitió que le brotara más verdad.
Y eso ciertamente la hacía absolutamente hermosa.
No, no era bótox, no era más mentira plástico o artificio lo que se había agregado ...era todo lo opuesto.
Hernán estaba impresionado y conmovido. Porque sentía, veía y sabía, pero difícilmente podría explicárselo.
Lo hermosa que la veía. Lo real que la sentía. Lo entera ... floreciente?
-Qué pasa?- dijo ella al notar la mirada rara de Hernán durante su relato.
-Nada, negra...estás...-subió las manos como si levantara un objeto invisible y lo hiciera ensancharse hasta que sus brazos quedaron extendidos-...así...no sé, a pleno. Quién iba a pensar que una guachada como esa te iba a sentar tan bien? Estás divina.
-Gracias... y sabés que sí? me siento así... -dijo Mora imitando el gesto de él.
-Que no se enteren de este método entoces, la industria de la cirugía plástica, los spa y todas esas cosas que persiguen ustedes se va a venir abajo!
Mora se metió en su oficina, sonriente. Cerró la puerta y la sonrisa era risa. Hernán volvía a estar en sus planes y esta vez, pareciera que más real que nunca.
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