4 de enero de 2009

Qué le pedís a los Reyes?

De niña siempre fui muy buena.
Era una nena muy sensible, tranquila, siempre sonriente y educada.
En mi familia se cuentan muchas anécdotas en las que parezco una especie de princesita, siempre impecable, siempre prolijita.
Cuentan que cuando tenía un año y dos meses me sentaban en las sillas altas para los nenes en un restaurant y yo comía sola, me ponía el bocado de comida en la boca y seguidamente me limpiaba prolijamente con la servilleta, con movimientos precisos y elegantes. Un año y dos meses!!
Dicen que la gente me miraba y me elogiaba y yo siempre respondía sonriendo...era un encanto!
Aunque era muy sociable,simpática y payasita siempre tuve algo de introspectiva, como de reflexión meditativa solitaria...algo que no se ve frecuentemente en los niños. Quizás el hecho de no tener hermanos que me peleen o de quienes copiar barrabasadas me hizo una nena tranquila que podía jugar sola por horas sin que nadie escuchara más que mis diálogos con los muñecos cuando jugaba a ser la maestra o cosas así.
Tengo tantas anécdotas relatadas tanto por mis padres como primas y amigos en los que yo aparezco como una especie de nena adulta, con respuestas y reflexiones de una madurez extraordinaria pero conservando la candidez, la sonrisa y el aire infantil.
Siempre dije que me hubiese gustado treparme a los árboles, disfrutar más de la niñez, curtirme un poco más, fortalecer el carácter. De ese modo no hubiese resultado tan traumático descubrir que no todas las personas eran buenas.
Los hermanos son esos enemigos que te rompen los juguetes, te pegan porque sí, te culpan de algo que no hiciste...y son los grandes entrenadores para salir al mundo!
A los hijos únicos nos faltó ese trainning y tuvimos que descubrir solos y en escena que la realidad "allí afuera" era diferente a lo que vivíamos en casa.
Pero no hubiese sido realmente yo con una infancia más salvaje.
En cuarto y quinto grado fue que empecé a jugar con los varones, a reirme como loca, a volverme más rebelde y "machona". Y lo disfruté un montón.
Pero antes, antes era esta especie de ser extraño, que aún hoy me conmueve.
Y la escena que quedó como registro de eso fue la de una mañana de Reyes, cuando tendría entre dos y tres años.
Me levanté y lo primero que fui a ver es si habían comido el pan dulce y la Fanta que les había dejado.
Yo no dejaba pasto porque sabía muy bien, porque lo había visto con mis propios ojos en el desfile que hacían todos los años en Lomas,que los reyes andaban en camioneta, no en camellos. El hermano de un vecino representaba a Baltazar, el mago negro y esa noche sabiendo él que su hermano iba con una vecinita se inclinó desde esa camioneta que lo paseaba y de entre toda la gente que allí había me saludó dándome la mano.
La fascinación que debe haber reflejado mi rostro! Lo que sí sé es que yo estaba completamente alucinada, no lo podía creer. Inmediatamente me miro la mano y Baltazar había dejado parte de su maquillaje en mi manito que estaba completamente negra, me quedé azorada con los ojos clavados en mi mano. Los grandes se lamentaron creyendo que eso me quitaría la ilusión, sin embargo yo estaba segura de que eso que el rey mago había dejado en mi mano era parte de su toque mágico, de su bendición....me fui a dormir sin lavarme la mano, por su puesto.
Volviendo a esa mañana, después de comprobar que habían estado allí fui a ver mis regalos. La escena era observada por mis padres escondidos.
Dicen que me paré frente a los regalos, abrí despacito uno: era un banquito rojo muy chiquito, lo que yo había pedido.
El otro era también un regalo que había pedido: un paraguas, transparente.
Y había un tercero no esperado, un muñeco tipo bebote de plástico, bastante berreta que me encantó.
Prolijamente separé las envolturas de los regalos. Coloqué el banquito, tomé el muñeco, me senté en el banquito y abrí el paraguas.
Y allí estaba yo, sentadita, con el paraguas abierto y el muñeco. Una sonrisa en mi cara y la mirada vaya uno a saber donde.
La escena duró unos cuantos minutos. Así, en silencio, en sonrisa.
Lo que yo recuerdo de ese momento es que supe que el toque del Mago me había bendecido y yo tenía mi banquito, mi muñeco y mi paraguas...y que nadie en el mundo iba a saber lo que eso para mí significaba. Estaba completa.
Es el momento de mayor felicidad que recuerdo.
Hoy puedo ver que en ese momento sublime yo recibí una bendición mágica, un lugar de soporte donde descansar, algo para protegerme y algo que abrazar y cuidar.
Já, estaba completa!!

4 comentarios:

Sandra dijo...

¿Le dejaste Fanta? Es re tierno eso.

Ayoween dijo...

Por supuesto!Todos los años les dejaba Fanta y pan dulce, aunque algunas veces galletitas o turrón.
Pero la Fanta inFantable, hace calor en enero...

Christian dijo...

¿Y que es d ela vida del paraguitas ahora? ¿Sobrevivió a la realidad?

Ayoween dijo...

Ese paragüitas no, no sobrevivió...
Pero tengo uno muy parecido.
He sido muy criticada por portar un paraguas de plastico verde transparente, pero es muy lindo, te cubre de la lluvia y te deja ver el cielo.