Qué es ser impecable?
Que cada acción se corresponda con tu corazón y con tus creencias.
Hacer cada cosa con autenticidad, sabiendo que estás dando lo mejor de vos en cada acción y que más allá de que el resultado sea o no el que esperamos, podemos seguir andando dignamente porque no hay satisfacción mayor que ser impecable.
Una no se levanta un lunes y dice ok, esta semana seré impecable y se desentiende del asunto, es un trabajo. Un trabajo de 24 hs.
Somos humanos, sentimos, sufrimos y nos equivocamos. Estamos vivos y fluimos todo el tiempo con nuestro entorno.
Nos vamos a dispersar un millón de veces ya sea por desatención, por alguna herida, por enojo, por pereza, por seguir a otros, o porque sí.
Pero cuando ya fuiste impecable te das cuenta cuando no lo estás siendo, o algo se te pasó por alto, o algo simplemente no está sonando afinado.
Y entonces el trabajito consiste en mirar unas páginas atrás y reconocer dónde comenzó a sonar rara esta melodía que venía siendo la tuya y ahora se convirtió en otra canción, o peor aún en un ruido sin sentido.
Y lo genial que tiene todo esto es que la revisión no solo te muestra dónde te equivocaste, sino que te abre nuevas perspectivas.
Dar unos pasos atrás no es retroceder, muchas veces es lo que te permite ver el panorama con mayor amplitud, con mayor detalle.
Algunas veces al re-leernos cambiamos de planes y cambiamos de opinión.
Y eso es ser más auténtico que seguir adelante a los tropezones a pesar de todo.
Porque si queremos avanzar en un terreno limpio y favorable, tenemos que ser impecables, tenemos que sentir dentro nuestro la certeza de que la verdad y la autenticidad nos respaldan.
De que lo que estamos dando es bueno, es real y nutre a nuestros iguales y a nuestro entorno.
Pero es como una danza, no es un camino lineal. Hay giros y desplazamientos varios y en nosotros está encontrar el ritmo y estar en sintonía con él.
Es una danza en la que no recibimos aplausos, y muchas veces cuanto más pulido y limpio está un espejo, a la gente no le gusta ver reflejada su imagen allí.
Pero no somos nadie para juzgar el baile del otro.
Solo nos toca ser impecables, poner lo mejor en cada paso, poner el corazón y cuidar nuestra propia impecabilidad, porque es fácil dejarse empujar, lo difícil y lo que requiere de toda tu entereza es saber pararte en tu propio lugar sin tener que empujar a nadie.
28 de septiembre de 2010
21 de septiembre de 2010
la ira te sienta bien
Dió un largo suspiro.
De pronto la cara se le encendió en un rojo intenso y con los ojos llorosos dijo:
"No necesito que me sigan usando como un chicle, me mastiquen, me quiten todo el sabor y luego me escupan o me peguen en un rincón oculto."
Y tenía mucha razón.
Porque a veces la gente consume gente como si fueran golosinas de colorido envoltorio y dulzura reconfortante.
Y tal como ocurre con un snack lo que buscan es la satisfacción inmediata y furtiva.
Nada más.
Se levantó de la silla y salió por la puerta ante la mirada atónita de los demás.
Nadie la había visto así, furiosa. Nunca.
Dió un portazo y se fue.
Caminó y caminó ardiendo, la furia la había llenado de vigor.
Nunca se había sentido así. Entendió que la ira contenida había sido mucha y durante mucho tiempo y ahora la sentía toda junta.
Casi como que no le cabía en el cuerpo.
Pero se sintió bien con su ira.
Recordó algo que había leído alguna vez del poder transformador del fuego.
Y ella era puro fuego ahí mismo!!!
Quién diría? Si hasta se había olvidado su saquito de hilo que tan prolijamente colgaba en el perchero.
A la mierda con el saquito. A la mierda con todos.
Ya estaba cansada de estar siempre disponible para los demás y ver cómo la pisoteaban una y otra vez. Como si su tiempo no tuviera el mismo valor que el de ellos.
Si el día de hoy tuviera un título para ella sería un "basta" del tamaño de una marquesina teatral.
Se vió en el reflejo de una vidriera y se detuvo, estaba sonriente, despeinada, acalorada y agitada.
Casi no se reconoció. Y lo que vió le gustó.
Se vió viva, entera y con una energía que la hacía verse mucho más atractiva.
Se sintió sexy y se rió de sí misma por lo absurdo que le resultaba sentir todas estas nuevas sensaciones.
Compró un agua mineral en un kiosco y paseó, se detuvo a mirar vidrieras y entró a locales a los que jamás hubiese entrado.
Eran las ocho de la noche cuando le sonó el celular dentro de la cartera.
Pero tenía las manos ocupadas por bolsas de ropa nueva, accesorios, zapatos y hasta ese perfume que siempre pensó era demasiado caro. Lo dejó sonar.
Porque ahora tenía otras prioridades.
Ella era su nueva prioridad.
De pronto la cara se le encendió en un rojo intenso y con los ojos llorosos dijo:
"No necesito que me sigan usando como un chicle, me mastiquen, me quiten todo el sabor y luego me escupan o me peguen en un rincón oculto."
Y tenía mucha razón.
Porque a veces la gente consume gente como si fueran golosinas de colorido envoltorio y dulzura reconfortante.
Y tal como ocurre con un snack lo que buscan es la satisfacción inmediata y furtiva.
Nada más.
Se levantó de la silla y salió por la puerta ante la mirada atónita de los demás.
Nadie la había visto así, furiosa. Nunca.
Dió un portazo y se fue.
Caminó y caminó ardiendo, la furia la había llenado de vigor.
Nunca se había sentido así. Entendió que la ira contenida había sido mucha y durante mucho tiempo y ahora la sentía toda junta.
Casi como que no le cabía en el cuerpo.
Pero se sintió bien con su ira.
Recordó algo que había leído alguna vez del poder transformador del fuego.
Y ella era puro fuego ahí mismo!!!
Quién diría? Si hasta se había olvidado su saquito de hilo que tan prolijamente colgaba en el perchero.
A la mierda con el saquito. A la mierda con todos.
Ya estaba cansada de estar siempre disponible para los demás y ver cómo la pisoteaban una y otra vez. Como si su tiempo no tuviera el mismo valor que el de ellos.
Si el día de hoy tuviera un título para ella sería un "basta" del tamaño de una marquesina teatral.
Se vió en el reflejo de una vidriera y se detuvo, estaba sonriente, despeinada, acalorada y agitada.
Casi no se reconoció. Y lo que vió le gustó.
Se vió viva, entera y con una energía que la hacía verse mucho más atractiva.
Se sintió sexy y se rió de sí misma por lo absurdo que le resultaba sentir todas estas nuevas sensaciones.
Compró un agua mineral en un kiosco y paseó, se detuvo a mirar vidrieras y entró a locales a los que jamás hubiese entrado.
Eran las ocho de la noche cuando le sonó el celular dentro de la cartera.
Pero tenía las manos ocupadas por bolsas de ropa nueva, accesorios, zapatos y hasta ese perfume que siempre pensó era demasiado caro. Lo dejó sonar.
Porque ahora tenía otras prioridades.
Ella era su nueva prioridad.
5 de septiembre de 2010
Madre Sol
Años de terapia y un esfuerzo constante para superarse a sí mismo.
Un negocio propio, una carrera universitaria completa y una personalidad que le gustaba.
Una buena vida,los mejores amigos del mundo, una buena presencia.
Pero cuando una bella mujer lo conmovía, todo se venía abajo.
Qué poder acarrean estas mujeres en sus caderas y en sus pieles, en sus labios y en sus curvas que lo hacían sentir tan idiota, cuando alguna de ellas lograba seducirlo o conmoverlo?
Le preocuba sentirse tan mal cuando se enamoraba, pero le resultaba imposible no fragmentarse en mil pedazos, sentirse inseguro y cuestionar secretamente hasta la más fuerte de sus convicciones.
Si el amor era eso, sin dudas le esperaba un destino de tormentos.
Se recostó en el pasto y el sol lo envolvió en una calidez que lo hizo sonreir.
No era un tipo espiritual ni religioso, por lo que cuando alguien preguntaba, se decía ateo. Pero sabía que había algo más grande, una energía o deidad allá...sólo que no sabía explicarlo con sus propios términos y las definiciones que había escuchado jamás le resultaron convincentes ni seductoras.
Pero en ese momento, esa calidez que lo envolvía lo hacía sentir por momentos como un bebé.
Y pensó que de haber un dios, tendría la calidez de una madre.
Una madre sin cuerpo ni imagen, pero con una calidez que lograba hacerlo sentirse un bebé, durmiendo plácidamente contra su pecho.
Una sensación de angustia le oprimió la garganta.
Sintió una profunda envidia por quien pueda recostarse sobre un pecho femenino y confiar, relajarse y entregarse sin temor a desintegrar su hombría, sin temor a perder el control, sin temor.
Quizás por eso había sido tan cruel en algunas ocasiones, tan frío en otras y definitavemente tan cuestionado y criticado por todas las mujeres con las que se relacionó en su vida.
Pero ese sol tan tibio, ese abrazo maternal y a la vez amigo, era tan suave y tan femenino.
Se dejó llevar por la placidez y se sintió acompañado, como si alguien le tomara la mano y le dijera que todo estaba bien. Que podía confiar. Que estaba a salvo. Que no había nada que temer.
El sol estaba ahora en su pecho, era como si irradiara desde allí, se sintió crecer salirse de su propio cuerpo.
Era él y era todo, era árbol y era cielo.
Cómo podía tener la sensación de abarcar todo el parque y sentirse más centrado que nunca?
Dónde estaba su ser, su eje, su mente, su ego?
Seguía flotando en la más increíble sensación de completitud que hubiera sentido en su vida cuando supo que apartir de ese momento, él había cambiado.
Algo lo había transformado.
Y si no llegara a ser así, el solo recuerdo de ese momento en el parque le recordaría que era posible.
Que era posible entregarse y confiar.
Y que no recordaba sensación más bella, porque era como perderse y no sentir ninguna falta, sino más bien era como integrarse a algo a lo que siempre había pertenecido.
Un negocio propio, una carrera universitaria completa y una personalidad que le gustaba.
Una buena vida,los mejores amigos del mundo, una buena presencia.
Pero cuando una bella mujer lo conmovía, todo se venía abajo.
Qué poder acarrean estas mujeres en sus caderas y en sus pieles, en sus labios y en sus curvas que lo hacían sentir tan idiota, cuando alguna de ellas lograba seducirlo o conmoverlo?
Le preocuba sentirse tan mal cuando se enamoraba, pero le resultaba imposible no fragmentarse en mil pedazos, sentirse inseguro y cuestionar secretamente hasta la más fuerte de sus convicciones.
Si el amor era eso, sin dudas le esperaba un destino de tormentos.
Se recostó en el pasto y el sol lo envolvió en una calidez que lo hizo sonreir.
No era un tipo espiritual ni religioso, por lo que cuando alguien preguntaba, se decía ateo. Pero sabía que había algo más grande, una energía o deidad allá...sólo que no sabía explicarlo con sus propios términos y las definiciones que había escuchado jamás le resultaron convincentes ni seductoras.
Pero en ese momento, esa calidez que lo envolvía lo hacía sentir por momentos como un bebé.
Y pensó que de haber un dios, tendría la calidez de una madre.
Una madre sin cuerpo ni imagen, pero con una calidez que lograba hacerlo sentirse un bebé, durmiendo plácidamente contra su pecho.
Una sensación de angustia le oprimió la garganta.
Sintió una profunda envidia por quien pueda recostarse sobre un pecho femenino y confiar, relajarse y entregarse sin temor a desintegrar su hombría, sin temor a perder el control, sin temor.
Quizás por eso había sido tan cruel en algunas ocasiones, tan frío en otras y definitavemente tan cuestionado y criticado por todas las mujeres con las que se relacionó en su vida.
Pero ese sol tan tibio, ese abrazo maternal y a la vez amigo, era tan suave y tan femenino.
Se dejó llevar por la placidez y se sintió acompañado, como si alguien le tomara la mano y le dijera que todo estaba bien. Que podía confiar. Que estaba a salvo. Que no había nada que temer.
El sol estaba ahora en su pecho, era como si irradiara desde allí, se sintió crecer salirse de su propio cuerpo.
Era él y era todo, era árbol y era cielo.
Cómo podía tener la sensación de abarcar todo el parque y sentirse más centrado que nunca?
Dónde estaba su ser, su eje, su mente, su ego?
Seguía flotando en la más increíble sensación de completitud que hubiera sentido en su vida cuando supo que apartir de ese momento, él había cambiado.
Algo lo había transformado.
Y si no llegara a ser así, el solo recuerdo de ese momento en el parque le recordaría que era posible.
Que era posible entregarse y confiar.
Y que no recordaba sensación más bella, porque era como perderse y no sentir ninguna falta, sino más bien era como integrarse a algo a lo que siempre había pertenecido.
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