No te pongas a la defensiva. No te pido que creas nada.
Sólo tengo ganas de contarte como extraño...y cuanto extraño esa otra época.
Extraño caminar descalza en el pasto del parque, envuelta en mi poncho.
Tus canciones en esa vieja guitarra y las risas de colores.
Extraño mi larga cabellera rubia y la forma de trenzarla y decorarla con flores.
Extraño ese mundo feliz que construíamos, que vislumbrábamos y que terminó arrojándonos a otra era mucho más gris y veloz.
La carretera, tu pipa...la risa, los lentes...la alegría y la celebración.
Extraño andar en grupo, dormir en carpas y al cielo estrellado que nos decía hacia dónde deberíamos ir al día siguiente.
Solíamos crear algo maravilloso a cada instante. O descubrirlo, o inventarlo!
El aire era perfumado y no podíamos dejar de explotar en gozo. Era simplemente inevitable.
Recuerdo cómo cuando lloraba, una canción siempre sonaba más fuerte y así podía permitirme gritar y llorar con todo mi dolor.
Extraño la música, extraño bailar y extraño cómo olía y brillaba San Francisco en 1968.
Quizás no lo recuerdes, pero yo lo extraño tanto!
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