Llegó a su departamento y se desplomó en su sillón favorito. Se apresuró a encender la tele, casi invocando que aquel artefacto lo proteja. Sus imágenes y sus sonidos funcionaban como amuleto que lo hacía sentir a salvo.
A salvo de su silencio o a salvo de sus propios pensamientos?
Desde hace unas semanas, no podría decir cuántas, un sentimiento de derrota lo persigue.
Una y otra vez repasa su vida y "está todo ok".
Miles de hombres jóvenes desearían tener su trabajo, ganar su sueldo, tener su apariencia, su inteligencia, vivir en ese departamento moderno...y así se pasaba enumerando las cosas que en su vida estaban "todo ok".
Pero se sentía amargado y le costó reconocer que se sentía terriblemente solo.
Un amigo venía insistiendo con juntarse a tomar unas cervezas en un bar cerca del trabajo, invitación a la cual se había negado inventando excusas vanas.
Quizás esta vez debería ir , se dijo.
Se sentó en la cama y se miró los pies abrigados por medias rayadas multicolores.
Se dio cuenta que no se bañaba desde hace tres días. Sin embargo su pijama rosa seguía siendo el lugar más seguro del mundo y no quería salir de ahí.
Fue una maratón de series, películas en blanco en negro e internet los que la acompañaron. Y se sentía a gusto enrollada en el edredón comiendo galletitas dulces en la cama, llorando con ruido con una escena romántica y riendo a carcajadas con una comedia.
Sabía que no podía seguir un día más así, había eludido todas las responsbilidades pero esa no era su mayor prisa. Según sus propias teorías más de tres días es depresión. Así que se obligó a meterse a la ducha, producirse, planchita, maquillaje y a cumplir con esa reunión de chicas con la que tanto venían insistiendo sus amigas.
El bar estaba lleno de gente que hablaba y bebía con gestos pensados.
Él estaba con dos amigos en una punta de la barra, Ella en una mesa con cuatro amigas más.
Aturdida por el cotorreo de sus amigas sonreía y asentía, fingía.
Extrañaba las pantuflas, el pijama y su cama. Alguien la miraba desde la barra y una amiga se lo hizo notar: "Che, mirá ese bombón de ojos claros, te mira!"
Después de dudar que la estuviera viendo a ella se dio cuenta que era cierto y se sintió alagada. Sonrió y siguió fingiendo escuchar lo que sus amigas contaban.
Pasadas las cuatro rondas de cerveza y ya sin más tema de conversación, una linda chica sentada en una mesa,le llamó la atención.
Por primera vez en la noche veía a alguien de su propio planeta, pensó. Aunque después no supiera cómo sostener esa idea, le gustó. La veía incómoda y era evidente que no quería estar allí. Igual que él.
Fantaseó un rato con acercarse a hablarle, pero qué le diría? Tomarían algo, la llevaría a su departamento, tendrían sexo? Se sentía un pelotudo, porque lo más probable es que ella lo ignorara y haría el ridículo delante de todas esas minas.
Ella seguía fingiendo escuchar mientras dejaba volar su imaginación. El de ojos claros que la miraba, la veía bonita? Qué ve en mí que le llama la atención? Y se imaginaba conversando con él, probablemente yéndose juntos, teniendo sexo y durmiendo juntos. Uy y la mañana siguiente? Cómo sería? Horrible seguramente, despertando con resaca y el tipo que se quiere escapar. Y otra vez sintiéndose rechazada por alguien a quién realmente no conocía y ni siquiera le importaba.
Pero esa sensación de sentirse descartada, rompía su corazón una y mil veces de solo pensarlo, la dejaba hecha bolita en el rincón más oculto de su cama, con su pijama rosa y sin bañarse por ...mil años?
Terminó el happy hour, uno de sus amigos se ofreció a alcanzarlo en el auto. Cuando salía vio que la chica se estaba poniendo el tapado y colgando su cartera en el hombro. Se corrió el pelo de la cara y saludó con la mano al resto de las chicas mientras se acercaba a la puerta.
La vió pasar por al lado suyo y pensó en decirle "chau" aunque sea, pero no lo hizo.
Se bajó del auto de su amigo, subió a su departamento y se apresuró una vez más a encender la tele y la computadora. Se sentía horriblemente. Se sentía demasiado lejos de todos ya. Como si de aquello no hubiera retorno.
Dejó el tapado y la cartera en la mesa, se sacó los zapatos y mientras iba a la habitación se iba sacando el difraz, la máscara que la había convertido en una tarada más durante unas horas. Protestó por lo inútil de tanto gasto de arreglo y desplazamiento para volver sintiendose tan...vacía.
Esa palabra la dejó sentada en el borde la cama mirandose los pies. Vacía.
Vacía, sola y lejos de todos. Y lloró. Se secó las lágrimas en un esfuerzo por recomponerse, pero fue en el espejo del baño que vió su reflejo y rompió en un llanto primal, como un recién nacido que llora con todo el cuerpo y con todo el ser.
Acurrucada en el piso supo que ya estaba demasiado lejos de todos. Demasiado lejos, demasiado sumergida en su propia vacuidad.